Había que volver a
caminar sobre las calles del pueblo, aquel pueblo blanco de piedras y de cal,
de tapias y de seres del alma donde los campanarios anunciaron las fiestas del
domingo y los viejos se sentaron en las lozas de las gradas de la iglesia para
percibir los recuerdos. Los aboles
desfloraron los amarillos entre hojas secas llevando sonidos por el viento y
los rostros de miles seres a través de las ventanas acusaron de esperanza los
hechos. Mientras todo esto sucedía
entendí que habíamos olvidado la casa vieja donde algún poeta le cantó a las
flores o juró amor a los ojos de una mujer hermosa, mas debajo de los aleros se describieron los
tiempos con deferencia de identidades a
los que durante años parecieron silencios y solo el cronista muy viejo renació
de los emblemas y se hizo dueño de las fechas y de los acontecimientos. La casa
del boticario desapareció porque más que progreso aquel patrimonio no
interesaba, allí construyeron un edificio de concretos para un simple casino,
mientras el club de amigos lo transformaron en quincallas y desde el silencio la
sirena del teatro fue a parar al rio para no oírla nunca más hasta el Monumento Neogótico de los
franceses lo demolieron sin saber el testimonio de las culturas y los libros de
gobierno los empacaron y los vendieron. Ignorantes vestidos con harapos y
vasallos con camándulas. Llevaron los
trajes de levita a la fiesta del protocolo, con mantas de mutualidades y vestidos adornados de collares
sin saber desde donde habían comenzado
las leyendas y los hechos. Y el camino del páramo con piedras y gigantes
sauces lo borraron porque llegaron a
decir que hacía muchos años un general llamado Bolívar había pasado llevando
los sueños. Mientras el Crucifijo de madera lo vistieron con millones ropas sin
saber sus orígenes ni los secretos del arte antiguo, solo para exhibir modales y
no valorar los testimonio que se quedaron guardados en todo el pueblo. A la maestra de
escuela su abecedario lo olvidaron y la esquina de la farola agonizó sin
sentidos ni dolores.
Ayer caminé por
las calles, meditado los sentidos, mientras los niños salían de las escuelas y
los ancianos afirmaban las palabras debajo de las palmeras de la plaza, caminé
porque más que nunca había que ser y saber defender aquellos sentidos de la historia
del pueblo, las semillas de donde vinieron y los orígenes de su ancestros, las
ventanas, los portales, las obras de arte, el patrimonio natural con más de tres
mil esencias y almas. La banda del pueblo, el camino de loa andes y
hasta la ignorancia de los gobernantes.
Lo entendí. Hice silencio, dolió el corazón,
porque casi treinta y cuatro años atrás había iniciado una memoria para guardar en
cada sentido la historia del pueblo y saber decirle al mundo donde esta cada
espacio de los testimonios, de sus gentes, de sus próceres, de aquellos que
cantaron coplas o de los que se fueron en olvidos y silencios.
La lluvia volvió y un momento de ternura se
convirtió en lágrimas. Los llamados señores
Municipales habían botado al cronista,
por llevar cada sentido de aquel pueblo viejo. ¿Y los miles de escritos y
anotaciones¿ las recaudaciones. Por
defender la esquina, el teatro, los archivos. Por decir una verdad de siglos.
Caminé y en mi silencio volví a recaudar las palabras a decir con armonía los
tiempos entre el reloj de la viaja catedral y los grillos de la plaza mayor…
Ahora
sin decirlo, sin dolientes, cuando crecen entre ignorancias aquellos
centenarios hechos ahora olvidos…
NESTOR MELANI OROZCO