Justo cuando liamos los bártulos para asistir a Valencia del Rey, en
la celebración de la Convención Nacional de Cronistas, recibimos la aciaga
noticia del fallecimiento de Ángel Rafael García, Cronista de San Antonio de
Capayacuar o San Antonio de Maturín, aún cuando viejos infolios lo llamaron San
Antonio del Rio Colorado. Dicharachero, oportuno y generoso era Ángel Rafael.
Un día vino a esta ciudad, cuando nos desempeñábamos en la Presidencia de la
Asociación de Cronistas de Mérida y su gentileza nos detuvo en un aprendizaje
minucioso de sus pueblos orientales y es que cuando hablaba del suyo, refería
la fundación ocurrida el 7 de agosto de 1713 por el capuchino Jerónimo de Muro,
agregando que Alejandro de Humboldt al visitarlo se sorprendió de la hermosura
de su iglesia y asentó en sus escritos “el templo de las dos torres construidas
con ladrillos, adornado con columnas de orden dórico, es la maravilla de un
país”. Hablaba con pasión de San Antonio de Capayacuar y de su otro pueblo,
donde vio la luz primera: Guarapiche, Municipio Acosta de Monagas. Ángel Rafael
era uno de esos cronistas que amando su suelo, aman todos los pueblos porque
uno solo es el fin; darse en cada tarea para que se conozca su origen y se
proyecte en la fortaleza de su gente. Junto a su inseparable Doña Alicia de
Bothormiert, actual Presidenta de la Asociación de Cronistas de Monagas, viajaban
por el país y en cada Convención solíamos encontrarnos para consolidar el
afecto de los años. Poeta y escritor, con suficiencia académica para escribir
bien pues era catedrático de Lengua Materna “aprendida en los viejos tiempos
para no hacer quedar mal a nuestros maestros”, como narraba sus años en el
Instituto de Mejoramiento Profesional del Magisterio, amén de buen locutor y
productor radial. Había sido Director de Ceremonial y Acervo Histórico en la
Gobernación de su Estado natal, Perito en Protocolo Estadal y Cronista del
Estado. Como poeta ganó premios y reconocimientos, que lejos de envalentonarlo
le reforzaban su sencillez para seguir pergeñando los avatares de la crónica
local. Fogoso a la hora de defender el gremio de Cronistas y puntualizaba lo
que más convenía a la Asociación. Con yerros y virtudes, éstas ganaron a
aquellos para procurar lo que mejor convenía. En esa iglesia colonial, dedicada
a San Antonio, discurrieron por su pluma aconteceres, episodios y un profuso
anecdotario que no ahorró capítulos en sus libros y a ejemplo decía que
construida en 1795, había maravillado al Botánico Humboldt y en adelante,
tantos viajeros la observaron de cerca que al encantarse con su belleza, proyectaban
su historia de tierra de hombres labradores, pacíficos y cultos. Cada 13 de
junio, en la Fiesta Patronal, viandantes y citadinos admiran la celebración con
la Culebra de Ipure, la reliquia devocional que va llamando a todos los hijos
del gran Valle al pie del macizo del Turimiquire. Hoy que el poeta ha
emprendido el Viaje Eterno, tendemos nuestro abrazo andino de afecto y grato
recuerdo a los suyos.
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