Según el cronista margariteño Carlos
Villalba-Luna (Cronista del Caserío Espinoza), mi bisabuelo George Wilhelm
Rothe, introdujo en Margarita la
costumbre de “montar” un arbolito en navidad. Mi bisabuelo, que venía de
Hamburgo, se casó en la isla con Mariana Aguirre de origen vasco y allí
nacieron sus hijos. Como químico y farmaceuta abrió la “Botica Americana” donde
atendía a sus pacientes y en navidad, para asombro de los margariteños de
mediados del siglo XIX, instalaba su arbolito. Mi abuelo Alfredo Rothe,
continuó con esa tradición y era todo un acontecimiento reunirnos para ayudarlo
con su arbolito, el cual había importado de Alemania con todos sus adornitos y
luces.
Por su parte, mi
abuela Isabel dirigía la “instalación” del nacimiento o pesebre con sus bosques
de alpiste y su laguito de espejo. Cada uno con su reino. Luego hacíamos las
hayacas y se preparaba toda la comilona de esos días cuando la casa se llenaba
de gente, sobre todo de los parientes guayaneses de mi abuela que no habían
podido viajar a su terruño. Mi abuela Isabel era de Upata y se había casado con
mi abuelo en Tumeremo en 1918 y en su casa de Carapa, que si mal no recuerdo
llamaron “Corozal”, allá muy cerca del viejo pueblo de Antimano, cabían tod@s.
Por eso me gusta
la navidad, porque recuerdo días felices cuando la familia estaba unida
alrededor de mi abuela y abuelo. Recuerdo su cariño, su alegría y su esfuerzo
por hacernos sentir bien. Aprendí de ellos el valor de la amistad y la
solidaridad y de la alegría de compartir.
Por eso también,
cuando hace unos años recibí por internet una tarjeta de navidad en la que un
arbolito dedicado a la amistad se iba formando, quedé encantada con ella. Fue
como el arbolito margariteño de mi bisabuelo ¡llegó para quedarse! Me gustó
tanto, que año tras año la envío y la reenvío.
Este año quisiera
enviar un saludo navideño a todas mis amistades parafraseando un poco su
contenido, a las viejas amistades y a quienes conozco de siempre, así como a
las nuevas, a las que apenas conozco. A las de cerca y a las de lejos. A las que
siempre están allí y a las que no responden nunca. A las que me han pedido
amistad sin conocerme y a quienes me han bloqueado porque no les gusta lo que
escribo. A las que me hacen reír y a las que me hacen rabiar y pensar en no
volver a las “redes”. ¡Para todas y cada de las personas con quienes puedo
comunicarme por aquí, deseo que la esperanza y la fe en que podemos hacerlo
mejor llene su corazón y nos de aliento para seguir luchando por el país y el
mundo que soñamos, y que algún día podamos reencontremos alrededor de un
arbolito en cualquier plaza de Venezuela…!
2018
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