viernes, 3 de julio de 2015

Ángel y Custodio de San Antonio de Capayacuar / Ramón Sosa Pérez


Justo cuando liamos los bártulos para asistir a Valencia del Rey, en la celebración de la Convención Nacional de Cronistas, recibimos la aciaga noticia del fallecimiento de Ángel Rafael García, Cronista de San Antonio de Capayacuar o San Antonio de Maturín, aún cuando viejos infolios lo llamaron San Antonio del Rio Colorado. Dicharachero, oportuno y generoso era Ángel Rafael. Un día vino a esta ciudad, cuando nos desempeñábamos en la Presidencia de la Asociación de Cronistas de Mérida y su gentileza nos detuvo en un aprendizaje minucioso de sus pueblos orientales y es que cuando hablaba del suyo, refería la fundación ocurrida el 7 de agosto de 1713 por el capuchino Jerónimo de Muro, agregando que Alejandro de Humboldt al visitarlo se sorprendió de la hermosura de su iglesia y asentó en sus escritos “el templo de las dos torres construidas con ladrillos, adornado con columnas de orden dórico, es la maravilla de un país”. Hablaba con pasión de San Antonio de Capayacuar y de su otro pueblo, donde vio la luz primera: Guarapiche, Municipio Acosta de Monagas. Ángel Rafael era uno de esos cronistas que amando su suelo, aman todos los pueblos porque uno solo es el fin; darse en cada tarea para que se conozca su origen y se proyecte en la fortaleza de su gente. Junto a su inseparable Doña Alicia de Bothormiert, actual Presidenta de la Asociación de Cronistas de Monagas, viajaban por el país y en cada Convención solíamos encontrarnos para consolidar el afecto de los años. Poeta y escritor, con suficiencia académica para escribir bien pues era catedrático de Lengua Materna “aprendida en los viejos tiempos para no hacer quedar mal a nuestros maestros”, como narraba sus años en el Instituto de Mejoramiento Profesional del Magisterio, amén de buen locutor y productor radial. Había sido Director de Ceremonial y Acervo Histórico en la Gobernación de su Estado natal, Perito en Protocolo Estadal y Cronista del Estado. Como poeta ganó premios y reconocimientos, que lejos de envalentonarlo le reforzaban su sencillez para seguir pergeñando los avatares de la crónica local. Fogoso a la hora de defender el gremio de Cronistas y puntualizaba lo que más convenía a la Asociación. Con yerros y virtudes, éstas ganaron a aquellos para procurar lo que mejor convenía. En esa iglesia colonial, dedicada a San Antonio, discurrieron por su pluma aconteceres, episodios y un profuso anecdotario que no ahorró capítulos en sus libros y a ejemplo decía que construida en 1795, había maravillado al Botánico Humboldt y en adelante, tantos viajeros la observaron de cerca que al encantarse con su belleza, proyectaban su historia de tierra de hombres labradores, pacíficos y cultos. Cada 13 de junio, en la Fiesta Patronal, viandantes y citadinos admiran la celebración con la Culebra de Ipure, la reliquia devocional que va llamando a todos los hijos del gran Valle al pie del macizo del Turimiquire. Hoy que el poeta ha emprendido el Viaje Eterno, tendemos nuestro abrazo andino de afecto y grato recuerdo a los suyos.                


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