viernes, 30 de octubre de 2015

EL SILENCIO DE UN CRONISTA / Néstor Melani Orozco



     Había que volver a caminar sobre las calles del pueblo, aquel pueblo blanco de piedras y de cal, de tapias y de seres del alma donde los campanarios anunciaron las fiestas del domingo y los viejos se sentaron en las lozas de las gradas de la iglesia para percibir los recuerdos.  Los   aboles desfloraron los amarillos entre hojas secas llevando sonidos por el viento y los rostros de miles seres a través de las ventanas acusaron de esperanza los hechos.  Mientras todo esto sucedía entendí que habíamos olvidado la casa vieja donde algún poeta le cantó a las flores o juró amor a los ojos de una mujer hermosa,  mas debajo de los aleros se describieron los tiempos con deferencia  de identidades a los que durante años parecieron silencios y solo el cronista muy viejo renació de los emblemas y se hizo dueño de las fechas y de los acontecimientos. La casa del boticario desapareció porque más que progreso aquel patrimonio no interesaba, allí construyeron un edificio de concretos para un simple casino, mientras el club de amigos lo transformaron en quincallas y desde el silencio la sirena del teatro fue a parar al rio para no oírla  nunca más hasta el Monumento Neogótico de los franceses lo demolieron sin saber el testimonio de las culturas y los libros de gobierno los empacaron y los vendieron. Ignorantes vestidos con harapos y vasallos con camándulas.  Llevaron los trajes de levita a la fiesta del protocolo, con mantas  de mutualidades y vestidos adornados de collares  sin saber desde donde habían comenzado las leyendas y los hechos.  Y  el camino del páramo con piedras y gigantes sauces lo borraron porque  llegaron a decir que hacía muchos años un general llamado Bolívar había pasado llevando los sueños. Mientras el Crucifijo de madera lo vistieron con millones ropas sin saber sus orígenes ni los secretos del arte antiguo, solo para exhibir modales y no valorar los testimonio que se quedaron  guardados en todo el pueblo. A la maestra de escuela su abecedario lo olvidaron y la esquina de la farola agonizó sin sentidos ni dolores.
Ayer caminé por las calles, meditado los sentidos, mientras los niños salían de las escuelas y los ancianos afirmaban las palabras debajo de las palmeras de la plaza, caminé porque más que nunca había que ser y saber defender aquellos sentidos de la historia del pueblo, las semillas de donde vinieron y los orígenes de su ancestros, las ventanas, los portales, las obras de arte, el patrimonio natural con más de tres mil esencias y almas.  La  banda del pueblo, el camino de loa andes y hasta la ignorancia de los gobernantes.
 Lo entendí. Hice silencio, dolió el corazón, porque casi treinta y cuatro años atrás  había iniciado una memoria para guardar en cada sentido la historia del pueblo y saber decirle al mundo donde esta cada espacio de los testimonios, de sus gentes, de sus próceres, de aquellos que cantaron coplas o de los que se fueron en olvidos y silencios.
 La lluvia volvió y un momento de ternura se convirtió en lágrimas.  Los llamados señores Municipales habían botado al  cronista, por llevar cada sentido de aquel pueblo viejo. ¿Y los miles de escritos y anotaciones¿  las recaudaciones. Por defender la esquina, el teatro, los archivos. Por decir una verdad de siglos. Caminé y en mi silencio volví a recaudar las palabras a decir con armonía los tiempos entre el reloj de la viaja catedral y los grillos de la plaza mayor…
        Ahora sin decirlo, sin dolientes, cuando crecen entre ignorancias aquellos centenarios hechos ahora olvidos…


NESTOR MELANI OROZCO

SEPTIMO CRONISTA DE LA GRITA

jueves, 29 de octubre de 2015

DON RAMON QUERALES

A todos los Cronistas de Venezuela


El poeta dijo las palabras
y en el libro dejó los secretos del alma
llevando consigo la pluma, el Cristo y la espada,
donde un día escribió los epitafios
con sangre y sudor de su piel   sobre los temples del fuego
en la posesión de los relicarios
con agua y con sal del amor de la patria…
         La muerte de un cronista es en el tiempo una herida desde la casa donde habitó hasta la invocación del amor por un pueblo. Se apagan las antorchas, los siglos hacen silencio, se guardan hojas amarillentas con sueños y testimonios. Se canta al recuerdo y sobre una inmensa biblioteca se guardaran las crónicas para que florezcan las esperanzas, cuando un cielo crepuscular reclama el honor y entre rosas blancas y amapolas vuelan  las aves a los ecos. Suena una sonata y entre el despertar del alba la luna desdibuja las sombras de aquel que defendió las verdades, del poeta que dijo los inmensos testimonios a la vida y sabia el secreto de los campanarios, llevando luces a la escuela, abriendo portales con simientes del alma y anotando los secretos del músico, del maestro  del obrero, del pintor. Del catedrático, agrimensor de tradiciones e imágenes de aldeas. De un mundo con colores de los sueños.  Ramón Querales se fue llevando los versos del cielo rojo y naranja de las violetas cuando las sombras del obelisco  de Barquisimeto rompían los destellos de alguna estrella y sobre los alfareros de Quibor una imagen de la Divina Pastora  guarda los mensajes del ser entre los murales de Jorge Arteaga, en la puntualidad simétrica de un concierto de Alirio Díaz y el misterio descrito en el teatro Juárez para decir con mil palabras el amor a los jóvenes aprendices de los versos y a los hechos patrimoniales del eco bendito de una tierra de gracia. A Bolívar de un padre nuestro. A la casa vieja de arcilla y de cal, a los ojos del hortelano, al llanto del mundo  y a la oración en la penumbra ocre de un santuario. A los libros de sus libros, a los testimonios de su tiempo.
 Se nos fue el maestro, llevando consigo los mil años de una tierra; el estado con raíces jurasicas y con albores de la historia nacional. Volveremos a los encuentros, edificaremos sus mensajes y entre la voz de los cronistas de Venezuela cantaremos un himno a su eternidad de hombre, de creador y de ilustre maestro. Ahora capitularan los niños llevando banderas y palomas blancas…
Al caballero andante. Quijote  de la historia…
Paz a su anima.


Néstor Melani Orozco